Al cumplir los años, aquel anciano, le preguntó al tiempo, que pasaba a su lado, ¿qué es la vida?.
El tiempo: La vida es una batalla; tu naturaleza contra ti mismo, tratando de abrir los ojos, le contestó en su huída. La vida es lo que sois y lo que pasáis tratando de entenderos a vosotros mismos en un ímpetu suicida.
El tiempo: Lo que ocurre mientras intentáis llenar de momentos el espacio que deja el torrente de cada día, sin entender que no podéis llenar de color el vacío ni beber de una copa vacía. Lo que no veis mientras queréis congelar instantes, porque pensáis que os pertenecían, sin aceptar que no se puede detener el viento, porque él, envuelve tus manos mientras se pierde incansable en la lejanía.
El tiempo: Lo que ignoráis cuando encontráis consuelo pensándoos sabios, más sin notar, que no fue el más sabio de los hombres aquel que más conocía, sino aquel que encontró, en sí mismo la paz entre equilibrio y armonía. El ritmo oculto en el respirar lento, del que comprendió que existir, es suficiente razón para la vida. El grueso de una voz que cuenta una historia; la del maestro, que narra lo que ya sabía, de un universo que se conoce a sí mismo de esta forma atrevida.
El anciano: Entonces, ¿soy real, soy quien terminé siendo, o quien solía?. ¿Soy el producto de mis actos o la simple suma de lo que acontecía?.
El tiempo: A los ojos de un pez, el mundo, fuera del agua termina. La realidad es más extraña, cambia según quien la mira, se define en ese instante, la dibuja quien la admira. Aunque quisiera decirte, aunque miraras atento, hay secretos que radican en el tejido del lienzo.
El anciano: No confío en mis sentidos, muchas veces me mintieron, mi reflejo en el espejo me mostró cosas que nunca ocurrieron. Me perdí por el sendero, confundí mis objetivos, pensé que sin una meta, podría disfrutar siempre del camino. Pero todo soldado aprende lección por su grado, cada herida y cada paso son apuntes del pasado. Entre truenos la tormenta conociera tus silencios, y entre los días que pasaban, encontré la música que ocultas del viento.

El tiempo: Pocos consiguen oírla…
El anciano: Acompañaba mis pasiones una extraña melodía, escuchaba su tempo en mi corazón que latía. Lo adiviné en el batir de las alas de los gorriones, en las pausas de los días, en los cambios de estaciones. Lo noté en el vibrar de las paredes que hablaban de mis emociones, en el coro de mis despedidas, en el brillo de mis intenciones, en el llanto, y en la risa, en el miedo, el misterio, en el blanco y en el negro, y el final de las canciones.
El anciano: Cuando aprendes los secretos que te esconden los tambores, nacen en ti las razones, se detiene la batalla, se amortiguan los cañones. Te acuerdas de quien eres, de que buscas y a que aspiras; vuelve a comenzar tu vida que creías, ya vivida.
El tiempo: ¿Ya te acuerdas?
El anciano: … En ese momento deseas más que nunca no dar la lucha por perdida, descubrir aunque tardío a ese hombre sabio, escondido, en un cuerpo hecho jirones que se empapa bajo el sol esa mañana lluviosa, a mediodía. Aferrarte a aquella rama y gritar, que ahora eres consciente, ahora lo sabes: esta es mi vida, no es tuya, es mía.
El tiempo: El tiempo es inmutable, soy vacío y a la vez lleno de todo lo que ha sucedido. Lo que llamas tiempo ya ha pasado, ya ha ocurrido, ya conozco el final de cada vida que ha existido. Yo no soy tu enemigo, soy tu amigo; la batalla que luchas el tiempo ya ha decidido; eres trazos en mi lienzo, dibujos de lo acontecido, formas que dibujan los ríos, de lo que es, será, y ha sido; química de un universo donde todo muere y aún no ha nacido. Soy olas lanzadas al mar que en lo profundo del negro hablan de lo que ya ha sucedido.
El anciano: Tiempo, Entonces dime sin rodeos, ¿Qué es la vida?
El tiempo: Ya me hiciste esta pregunta, muchas veces ha ocurrido, ya conoces la respuesta, tu mejor maestro ya has sido. Un susurro en el alba, un remolino en el agua, en la noche de los tiempos, que ruge en silencio infinito, se hablará de quien has sido; Tú, nadie, y sin embargo, has existido. Cuando cesen los tambores, serás música en el viento, esperando ser oído.
José Alberto García Gutiérrez.
