Los humanos somos seres pasionales y eso es algo que marca cada segundo de nuestras vidas, no nos damos cuenta pero nuestra felicidad, nuestra tristeza, nuestra curiosidad, nuestra iniciativa, nuestra empatía con los demás, incluso nuestro carácter están dominados por el equilibrio de unos cuantos neurotransmisores en el celebro que nosotros traducimos en emociones. Basta una sola pastilla, una sola sustancia bien dirigida para hacernos reir o llorar. Para darnos hambre o sueño, para que seamos crueles o cariñosos con nuestros hijos, tan fuerte es la dependencia. La naturaleza usa esa fuerza contra nosotros a menudo, para obligarnos a desear ser sociales, a querer tener hijos, a compartir con los demás, a curarnos cuando estamos enfermos, incluso a morir cuando lo estamos de gravedad.. A veces no somos conscientes de esta dependencia, o incluso la negamos y decimos cosas muy humanas como «yo se lo que siento», «se lo que quiero», «soy dueño de mis actos»,  pero realmente no es así, y ahí está esa mano que nos maneja, alterando nuestra percepción del mundo.

No somos una única versión de nosotros mismos sino una instantanea de un momento, un foto de lo que sentimos e interpretamos según el ahora. Un momento feliz puede convertirse en un momento triste, algo bonito en algo feo, algo original en algo estúpido y todo en cuestión de segundos. A menudo nos gusta hablar «capitulos» de nuestra vida pero muchos  de esos capítulos no han sido mas que cambios en nuestra percepción de las cosas y no son mas que un producto de nuestra aberrante percepción de las sensaciones y del paso del tiempo. Así somos.. pasamos nuestra vida dejándonos llevar por un objetivo y luego desechamos cada esfuerzo pasado  e ignoramos el valor de lo que tenemos, en un parpadeo. Pasamos  años pensando que hacemos lo que nos hace felices, pero si una mañana nos levantamos sintiendo algo diferente, ese sentimiento se enfrenta de igual a igual y seguramente se impone a todo lo anterior..

Antes no era consciente de esto, pero un día me desperté y me dí cuenta que lo importante de la vida es vivir haciendo lo que quieres hacer, y me propuse no ser nunca mas esclavo de la química. Ahora hago las cosas pensando si de verdad quiero hacerlas,  y cuando tengo un impulso, pienso, «si dentro de tres días sigo pensando igual, lo haré». Ahora soy un poco más feliz y intento aprovechar cada día, me alegro de haberme dado cuenta a tiempo de lo que es realmente importante, y aunque muchas veces doy pasos de lado, procuro no desandar mi camino, aunque a veces la química pueda hacerte creer que es el camino correcto. Rectificar es de sabios pero desandar el camino guiado por un impulso, de estúpidos..  Espero ser lo suficientemente adulto como para no olvidarlo en el futuro.